The Slow Rush es el nombre del nuevo trabajo discográfico de la banda australiana Tame Impala, el cual ha dejado a más de uno satisfecho; sin embargo, hay sectores del público que no han quedado impresionados y seducidos por completo con este nuevo álbum.
Porque la realidad es que en ésta ocasión Kevin Parker, mente creativa y creadora de este proyecto, ha decidido relajarse a lo largo de las canciones de este disco; ha presentado una faceta de sí mismo que remonta al pasado, pero automáticamente regresa a la realidad actual de la música, dando tintes pop y electro mezcladas con guitarras y baterías que se unen y separan por momentos a lo largo de este trabajo.
De inicio One More Year, nos recibe con los sonidos clásicos de la agrupación, sintetizadores que crean y presentan una atmósfera completamente psicodélica. Una voz distorsionada que repite el nombre de la canción mientras de fondo aparece una batería eléctrica con un ritmo movido, que de poco a poco llega a localizarte a la par de la primera voz, todo esto para al final unirse a ésta mezcla un bajo y más sintetizadores.
Después Breathe Deeper e Instant Destiny nos presentan una construcción parecida al no tener cambios bruscos de ritmos, ni sonidos; es aquí cuando se pueden notar tintes de pop al encontrar canciones con melodías muy estables, que muestran la realidad de la música actual, donde las clasificaciones se ven cada vez más obsoletas debido a las mezclas que se presentan.
Ya entrados en el disco, encontramos sonidos que nos vuelven a remontar a épocas pasadas de la banda, en las que se puede percibir tintes de la década de los años 70, por ejemplo en Glimmer y en Is It True, las cuales te harán comenzar a mover la cabeza o un pie de poco a poco, hasta tal vez llegar a bailar con sus ritmos tan pegajosos.
Después de estas rolas, nuestros oídos y nuestras vidas se encuentran con muestras de verdadera nostalgia, que con ritmos más tranquilos nos pueden sacudir el ánimo casi de inmediato, muestras de esto son On Track o Posthumous Forgiveness que llegarán a ti lenta y tranquilamente tan sólo para después recobrar nuestro ánimo con las canciones It Might Be Time y Borderline.
Como se puede observar no es un disco con un sola línea rítmica, pero al parecer sí con la misma intención, la cual es relajarse y dejar que todo fluya sin necesidad de ponerle tanta cabeza al simple disfrute de un buen rato de música.
Si bien en esta ocasión los australianos no nos llevaron a un viaje total por el pasado y tampoco nos brindaron futuros tan claros en su desarrollo como banda, la realidad es que el talento de este conjunto quedó una vez más demostrado.
Ya que así como podemos no encontrar la locura y movimiento de Let It Happen, las guitarras y tintes de rock de Desire Be Desire Go, o los ritmos y sonidos dinámicos de Endors Toi, y de casi todo el disco Innerspeaker (2010), se puede decir que la banda dio un muy buen trabajo al brindar una mirada general de la actualidad de la música a través de su propia historia, de sus propios ritmos, dando un brinco al pasado tan sólo para volver, en un abrir y cerrar de ojos, al presente.
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